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El Impresionismo y el Postimpresionismo (continuación)

onet, con la misma técnica impresionista, había ido incorporando a su obra cuadros como la serie de las estaciones de ferrocarril, de la que es buen ejemplo La estación de Saint Lazare, en los que pretendía estudiar los efectos de la luz sobre el vapor de las locomotoras, en un intento claro de captar un instante del ajetreo de la vida urbana.

En una dirección semejante pintó la Fachada de la catedral de Ruán a diversas horas del día, obteniendo con ello efectos sorprendentes en la conjunción de luz y forma. Otro tanto hizo en una serie denominada Los chopos en la que las formas prácticamente llegaban a desaparecer para quedar transformadas en simples manchas de color.

La estación de Saint Lazare, de Monet. Museo de Orsay, París

La obra de Monet culminaría con unos minuciosos estudios sobre el agua y los reflejos del cielo y la vegetación que sobre ella se producen.

La obra de Pissarro (1830-1903) se caracterizó por el profundo sentimiento que fue capaz de imprimir a sus paisajes como lo evidencia su Huerto con árboles frutales y tejados rojos. Pissarro también se sintió atraído por una técnica derivada del impresionismo, el "puntillismo", caracterizada por la eliminación total de la línea y por el empleo del color puro.

Sisley (1839-1899) realizó su obra centrado en el paisaje semi-urbano destacando entre sus cuadros dos temas que fueron frecuentes entre los impresionistas, el agua y la nieve.

Otro pintor muy ligado a este primer grupo de impresionistas fue Auguste Renoir, pero no toda su obra se sujetó al nuevo estilo. Renoir (1841-1919) pasó por diferentes etapas en una búsqueda constante. Tras un periodo de formación su obra fue ganando colorido hasta llegar a crear algunos de los cuadros más netamente impresionistas, como Le Moulin de la Galette, El Columpio o el Almuerzo a orillas del río, en donde mostró una especial predilección por los efectos de la luz solar filtrada por el ramaje de los árboles. Renoir estuvo siempre preocupado por la figura humana y sus obras, cargadas de personajes, representan los momentos más agradables de la vida parisina de su tiempo.

Le Moulin de la Galette, de Renoir. Museo de Orsay, París

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